Kia estaba sentada detrás de Zorro, sujetándola
estrechamente bajo el calor del abrigo de unión de piel de oso.
—¿Estás cómoda?
—Sí.
Recorrió el brazo de Zorro con los dedos,
rozando la piel cálida y dejando un rastro de piel de gallina a su paso. La
sensación de poder le producía vértigo y la empujaba a acelerar las cosas, pero
se controló haciendo más lentos sus movimientos.
—Échate hacia atrás, Zorro.
Zorro asintió temblorosamente, se apoyó en el
pecho de Kia y cerró los ojos, disfrutando de la sensación de ser amada por fin
por su compañera. Las manos de Kia tocaron por fin el estómago de Zorro,
haciendo que los músculos saltaran y se estremecieran.
—¿Estás bien? —preguntó Kia, preocupada al
oír a Zorro tomar aire bruscamente.
—Sí.
Kia volvió a rozar el estómago de Zorro y la
besó delicadamente en la nuca antes de rozarle los brazos con los dedos. Zorro
tenía algo que hacía olvidar a Kia lo pequeño que era su cuerpo en realidad
comparado con el suyo. De repente, sintió un enorme afán protector hacia ella y
volvió a besarle el cuello y por fin subió las manos para coger los pequeños
pechos de Zorro.
Zorro gimió y cerró los ojos, agradeciendo
que Kia no viera cómo se mordía el labio para evitar gritar. Esto era mucho más
de lo que había deseado en su vida. La sensación de los pechos desnudos de Kia
en su espalda era maravillosa. Las manos delicadas sobre su cuerpo estaban haciendo
que Zorro se sintiera como en un mundo de sueños. Si era un sueño, no quería
despertar. Con manos torpes, Kia abrió la parte superior de las polainas de
Zorro.
Dejó la mano en el vientre de Zorro para
recuperar el aliento. Había escuchado atentamente mientras su padre intentaba
explicarle lo que debía hacer, llegando al punto de hacer un dibujo en la nieve
con su bastón. Había tenido que volver a empezar varias veces hasta que Kia,
parpadeando llena de desesperación y vergüenza, le dijo que lo comprendía.
Aliviado, él le había prometido que lo entendería cuando llegara el momento y,
efectivamente, mientras sujetaba a Zorro delante de ella, la inundó una
sensación de maravilla al subir los dedos por los brazos de Zorro y ver cómo se
le estremecía la carne como respuesta. Cada vez que respiraba, cada vez que mordisqueaba
cálidamente el hombro de Zorro, la respuesta era un jadeo de deseo.
Los largos dedos de Kia bajaron las polainas
de Zorro por sus caderas y finalmente por sus piernas. Zorro, aturdida, intentó
ayudarla quitándose las polainas de una patada y estuvo a punto de tirarlas al
fuego. Sonrió a Kia con aire de disculpa y soltó una exclamación al ver la
expresión de deseo que inundaba la cara de su compañera. La tímida Kia que
conocía había desaparecido y en su lugar estaba la diablesa excitada que tenía
detrás. Zorro se volvió rápidamente y se quedó mirando fijamente el fuego hasta
que le lloraron los ojos buscando alivio.
Kia deseaba que Zorro se diera la vuelta para
poder verle la cara, pero se daba cuenta por la postura de la espalda de que
había adoptado su personalidad de cazadora. Kia estaba decidida a demostrarle
que mostrar amor no era una debilidad. Pegó aún más el pequeño cuerpo al suyo.
—Ahora me gustaría unirme a ti, Zorro. ¿Me
aceptas? —preguntó suavemente.
—S... sí —graznó Zorro sin poder creérselo.
Volvió a sofocar una exclamación cuando los dedos de Kia acariciaron el vello
de su sexo y Zorro perdió el control de la cabeza, la echó hacia atrás y la
apoyó débilmente en el hombro de Kia.
—Levanta las piernas, Zorro.
Zorro se sonrojó al levantar las piernas de
inmediato siguiendo la orden de Kia, lo cual dejó su húmedo centro expuesto al
doble calor del fuego y los dedos de Kia que la exploraban delicadamente.
—Algún día me gustaría volver a ver esto
—dijo Kia y entonces ella también se sonrojó. Las palabras eran un pensamiento
que no había querido expresar en voz alta. Kia siguió acariciando con los dedos
el vello de Zorro y sintió un hormigueo en las puntas de los dedos al notar la
presencia de humedad. Recordó que la humedad era buena señal, de modo que
siguió acariciando a Zorro con una mano, mientras con la otra frotaba sin parar
con el pulgar un rígido pezón y luego el otro. De los labios de Zorro se escapó
un pequeño gemido que cortó bruscamente.
Zorro no podía creer lo débil que se sentía.
¿No debería ser ella la que diera este placer a Kia? ¿No debería ser ella la que
hiciera a Kia sentirse como una mujer recién unida? Quería decirle a Kia que
parase, pero no podía. Su cuerpo no se lo permitía.
Kia tragó, obligándose a acercarse más a la
abertura de Zorro, y como esperaba, Zorro pegó un respingo e hizo un gesto para
detener a Kia.
—Eres tan bella, Zorro —susurró Kia. Su padre
le había dicho que debía decirle cosas bonitas a su compañera: pensó que
empezaría por la verdad y seguiría a partir de ahí. Estaba convencida de que
Zorro, a su manera y por su forma de caminar y cazar, era realmente bella. Su
fuerza atraía a Kia.
Zorro se quedó tan pasmada al oír la tranquila
declaración que la mano que tenía preparada para detener a Kia cayó olvidada
sobre las pieles. Me ha llamado bella. Sabía por el tono de voz de Kia que ésta
lo decía de todo corazón. En ese momento, Zorro, a quien nadie había llamado
otra cosa que no fuera Zorro durante toda su vida, entregó su corazón por
completo a Kia.
—Tú también eres bella —dijo débilmente y
luego deseó no haber dicho nada porque la delicada exploración de los dedos de
Kia se detuvo un momento.
—Sólo para ti, Zorro, sólo para ti.
Zorro abrió la boca para protestar, pero sólo
pudo jadear, pues los dedos y su propia excitación se unieron para abrir su
sexo, por lo que quedó expuesta al aire ligeramente helado y la sensación
opuesta del calor del fuego. Kia cerró los ojos cuando sus dedos tocaron la
humedad. Sí, esto está muy bien, pensó, acariciando el núcleo de la excitación.
Zorro también cerró los ojos e inconscientemente empezó a mover las caderas
hacia delante y hacia atrás siguiendo el ritmo de las caricias de los dedos de
Kia. Ésta tragó con dificultad y apretó a Zorro, que ahora respiraba
pesadamente, contra su propio sexo húmedo. Zorro se echó hacia atrás de buen
grado y se pegó a Kia con firmeza y Kia aceleró el movimiento de la mano hasta
que los leves jadeos de Zorro se hicieron audibles. Kia levantó más las piernas
y apretó a Zorro contra su cuerpo, deslizando el dedo cada vez más cerca de su
meta.
Las caderas de Zorro se alzaban de las pieles
con cada caricia, haciendo que el dedo de Kia se metiera cada vez más en la
abertura caliente y húmeda. Zorro gemía ahora sin disimulos, al haber renunciado
a la necesidad de que Kia la respetara por la necesidad más exigente de la
satisfacción. Alzaba las caderas sin parar, intentando que Kia se metiera
dentro de ella.
Kia gimió en el espeso pelo de Zorro cuando
su dedo chocó delicadamente con el himen de Zorro. Ésta estaba tan húmeda, tan empeñada
en alcanzar la satisfacción que incluso sus jadeantes gemidos exigían que Kia
siguiera adelante hasta alcanzar su meta. Por fin Kia alzó la mano izquierda y
le volvió la cabeza a Zorro para poder besarla en los labios.
Por favor, quiero hacerlo bien. Y con este
ruego mudo, Kia atravesó el himen de Zorro. Ésta se agarró a los brazos de Kia
con fuerza al tiempo que tres gemidos guturales se le escapaban de entre los
labios.
Oh, por favor, no, pensó Kia cuando el cuerpo
de su compañera se quedó rígido por la invasión y luego se estremeció con más
fuerza. La garganta de Zorro emitía pequeños gemidos y los músculos de su sexo aferraban
el dedo de Kia con fuerza. El miedo de estar causándole más dolor que placer se
disipó, sacó despacio el dedo empapado del interior de Zorro y siguió
acariciando su excitación.
El cuerpo de Zorro se estremeció con varias
oleadas más de placer y por fin volvió en sí. Se ruborizó muchísimo al darse
cuenta de lo que le había pasado. Se avergonzaba de lo débil que había sido
bajo las caricias de Kia, pero al mismo tiempo estaba deseosa de volver a
sentir el estallido de placer. Se quedó sentada en silencio, temerosa de mirar
a la mujer que la sostenía firmemente entre sus brazos como si fuera un
cachorrito.
—¿Estás enfadada conmigo, Zorro? —preguntó
Kia insegura. Estaba segura de que Zorro había gozado, pero notaba que su
cuerpo empezaba a ponerse rígido al recuperarse y sospechaba que Zorro
lamentaba lo que había permitido que sucediera. Esta idea angustió tanto a Kia
que se apresuró a levantarse para distanciarse un poco de Zorro.
Zorro también se levantó.
—No, espera, Kia, no estoy...
La exclamación sofocada de Kia hizo que Zorro
bajara la vista para mirarse y se sonrojó de vergüenza. La palidez de su piel
hacía que la sangre que le manchaba los muslos pareciera más brillante de lo
que realmente era.
A Zorro se le puso un nudo en la garganta y rápidamente
le dio la espalda a Kia, con los hombros hundidos, conteniendo las lágrimas de
vergüenza y rabia. Intentó taparse todo lo que pudo con las pieles del suelo.
Zorro recordó el momento en que tuvo que pintar a Kia con las bayas: entonces había
pensado que la reacción de Kia era exagerada, pero ahora comprendía cómo se
había sentido.
Acercándose rápidamente al fuego, Kia se
arrodilló, metió un paño en el agua y luego intentó apartar delicadamente las
manos de Zorro.
—Puedo hacerlo yo —gruñó Zorro, con la voz
áspera por la vergüenza.
Kia levantó la mirada rápidamente, pero
siguió moviendo el paño caliente por las caderas y el sexo de Zorro y contestó
en voz baja:
—Lo sé.
Kia no apartó la mirada de lo que estaba
haciendo al preguntar:
—¿Te ha dolido, Zorro?
—Sí... No, no lo sé... sí, pero no.
Kia asintió y le entregó el paño a Zorro. Se
apartó mientras Zorro terminaba de limpiarse.
—No estoy enfadada contigo, Kia. No sabía que
iba a ser así. Me he sentido tan débil.
Kia se miró las manos.
—Tal vez no lo he hecho bien, Zorro.
Podría... podríamos volver a intentarlo.
Zorro sintió que la tristeza invadía su
corazón. Llevaba tanto tiempo soñando con un día como éste con Kia. Ésta
incluso había hablado con su padre para poder satisfacerla y ahora creía que no
lo había conseguido.
Zorro abrió la boca para hablar y la cerró
frustrada cuando de su garganta no salió nada salvo un débil suspiro.
—Kia, yo... Sí que me has dado placer. Nunca
he sentido una cosa así. Por favor, mírame, Kia. Ha sido todo lo que siempre he
querido, es sólo que me ha dado vergüenza de... —Zorro se calló, incapaz de
terminar la frase.
—¿Te ha dado vergüenza de lo que te he hecho
sentir?
—No, no lo sé, Kia, no esperaba que fuera a
ser así. Creía que la que te daría placer sería yo.
—Pero Zorro, eres mi compañera. A mí también
me gustaría darte placer. Todos los días... si quisieras —dijo Kia tímidamente.
—No sé si podría hacer eso todos los días,
pero podríamos intentarlo. —Zorro colocó bien las pieles y las abrió, ofreciéndole
un sitio a Kia con timidez.
Kia se arrimó a Zorro y ésta la abrazó. Insegura,
Zorro movió la nariz por la oreja de Kia, aspirando profundamente como si fuera
la última vez que fuera a tener oportunidad de hacerlo. Al darse cuenta de que Kia
era ahora su compañera de verdad en todos los sentidos se sintió muy aliviada.
Tendría la oportunidad de estar con ella muchas veces, por lo que no había
necesidad de correr.
Zorro tumbó a Kia con cuidado y se echó encima
de ella, besándole el cuello y la mandíbula y por fin los labios. A Kia ya se
le había acelerado la respiración y Zorro notaba que se movía debajo de ella.
Zorro se alzó y bajó los dedos por el estómago
de Kia hasta los suaves y húmedos rizos de su sexo. El sexo de Kia ya estaba
mojado. Zorro tuvo tentaciones de explorarla ya, pero no quería que las cosas
fueran demasiado deprisa para Kia: quería que fuera algo tan especial como lo
había sido para ella. Zorro besó el estómago de Kia y luego su pelvis varias
veces. Kia pegó un respingo y sofocó un grito, pero las manos delicadas que la
sujetaban con firmeza la tranquilizaron. Por fin, Zorro se tumbó entre las
piernas de Kia y observó su sexo húmedo.
—¿Zorro? —Kia no deseaba interrumpir. Estaba
disfrutando de lo que hacía Zorro, pero ahora se sentía un poco tímida al
saberse observada tan de cerca. Se le estremeció el cuerpo con un escalofrío
cuando una leve brisa se coló por la pesada piel de cuero que bloqueaba la
entrada. Kia volvió a sobresaltarse cuando algo húmedo y cálido la acarició con
firmeza entre las piernas—. ¿Zorro?
Al no recibir respuesta, Kia miró entre sus
piernas y vio la cabeza de Zorro metida entre sus muslos. La caricia cálida y
firme la causaba la lengua de Zorro al introducirse delicadamente entre los
labios del sexo de Kia hasta que se abrieron para recibirla en su interior.
Kia jadeó y se tumbó de golpe mientras la
lengua de Zorro acariciaba despacio la zona excitada hasta que se hinchó,
exigiendo atención. Las caderas de Kia se alzaron involuntariamente y Zorro
deslizó la mano por debajo del trasero de Kia para que su pelvis quedara en la
posición perfecta para recibir sus atenciones.
Zorro tenía los ojos cerrados mientras saboreaba
a Kia. Desde el primer contacto electrizante con la punta de la lengua, supo
que era algo que iba a repetir. La primera vez que se enteró de la existencia
de esta forma concreta de dar placer, estaba convencida que no era algo que le
fuera a gustar.
Ahora, sin embargo, estaba igualmente convencida
de que Kia y ella iban a tener que hacerlo todas las noches si quería ser
feliz. Los pequeños ruidos de placer que emanaban de Kia eran casi tan embriagadores
como la prueba de su placer que Zorro perseguía vorazmente. Zorro seguía
inmersa en la experiencia cuando notó que las manos de Kia se hundían en su
pelo.
—¡Z... Zorro! —gimió y quiso apartarse de la
boca ansiosa de Zorro. Kia no sabía si intentaba parar a Zorro o alargar el
placer, pero estaba convencida de que lo mejor en este momento sería hacer un
pequeño descanso.
Zorro, por el contrario, sabía lo suficiente
como para agarrar las caderas de Kia con ambos brazos. Y con los labios mojados
por la esencia de Kia, agarró la excitación de su compañera y empezó a chupar,
aumentando la presión hasta que Kia se puso a jadear ásperamente, al tiempo que
pronunciaba su nombre y gemía. Zorro soltó las caderas de Kia y le metió una mano
entre los muslos. Con un dedo, empezó a distribuir la abundante humedad de Kia
hasta que el dedo mojado se situó en la entrada del canal de Kia. Con mucho
cuidado, Zorro penetró delicadamente a Kia, haciendo coincidir la succión de la
boca con las caricias penetrantes del dedo, metiéndose despacio en el interior
de Kia, primero la punta del dedo y luego un poco más. Kia gemía de placer y Zorro
se planteó por un momento esperar para tomar la virginidad de Kia. A ella le
había dolido un poco y temía que para Kia fuera a ser peor.
Al notar la indecisión de Zorro, Kia alzó la
cabeza. El leve movimiento hizo que Zorro levantara la suya. No se molestó en
disimular su preocupación ante Kia.
—Zorro, quiero unirme a ti. ¿Por favor?
—pidió Kia. Su inseguridad la hizo hablar con timidez y Zorro tuvo que parpadear
para asegurarse de que no estaba soñando. Volviendo a cerrar la boca sobre Kia,
Zorro juró en silencio que haría feliz a su compañera durante el resto de su
vida. La acarició despacio y con paciencia hasta que estuvo tan excitada como
antes. Y cuando notó el himen que impedía que Kia fuera totalmente suya,
aguantó las ganas de atravesarlo rápidamente y, en cambio, con varias caricias constantes
y fuertes, lo fue rompiendo poco a poco hasta que no quedó nada que le
impidiera sentir a Kia por completo. Siguió acariciando a Kia, sus labios continuaron
acariciando la excitación de Kia mientras su dedo la penetraba delicadamente.
Zorro sacó el dedo y con cuidado metió dos y la garganta de Kia emitió un
gemido largo y grave. Zorro se detuvo, dejando que Kia se acostumbrara a la
sensación, y luego empezó a moverse de nuevo dentro de ella. Al poco, las
caderas de Kia respondían a cada empujón con vigor.
De repente arqueó la espalda y de sus labios
brotó una mezcla de grito y gruñido. Zorro levantó la cabeza y vio el cuerpo de
Kia paralizado por un momento en un arco por encima de las pieles, la piel oscura
pintada por el fuego de trémulos tonos anaranjados, y por fin sus caderas
cayeron al suelo y empezaron a moverse con creciente frecuencia.
El placer atravesó a Kia cada vez más y se
movió más deprisa sobre los dedos de Zorro. El placer continuó en oleadas hasta
que Kia temió que se iba a desmayar de respirar con tanta dificultad. Por fin,
las oleadas fueron disminuyendo y Zorro se movió más despacio. Cuando Zorro
sacó los dedos del interior de Kia, observó la cara de su compañera por si veía
alguna señal de dolor. Frunció el ceño preocupada al ver que Kia tenía los ojos
cerrados y parecía que seguía intentando recuperar el aliento.
—¿Kia? ¿Estás bien? —susurró Zorro, sin
querer despertarla si se había quedado dormida.
—Sí, Zorro, estoy bien —contestó Kia con una
sonrisa, aunque seguía sin abrir los ojos.
—Yo... —Kia abrió los ojos y vio a Zorro
mirándola con preocupación—. ¿Ha sido...?
—Ha sido maravilloso. Más que maravilloso.
Zorro se pegó más a Kia y no pudo evitar
abrazarla con todas sus fuerzas. Lobo Negro se había equivocado. Podía dar
placer a su compañera y se lo había dado.
—Mmm, ¿Zorro?
Zorro se quedó paralizada al oír una pregunta
en el tono de su compañera.
—¿Sí, Kia?
—¿Me toca a mí otra vez?
Zorro miró a Kia con los ojos muy redondos y
algo temerosos.
—Oh... eeeh... tal vez deberíamos esperar...
yo... debes de estar... ¿No estás dolorida?
Kia pareció decepcionada un momento y estiró
las piernas entumecidas hacia delante. Tendría que aprender a no tensarlas
tanto. Estaba segura de que le iban a doler aún más por la mañana. Asintió
apesadumbrada.
—Sí, estoy un poco dolorida —reconoció.
Suspiró, con evidente cara de decepción. Había querido probar a hacer lo que le
había hecho Zorro a ella.
—Bueno, a lo mejor podemos si tenemos cuid...
Kia ya había colocado a Zorro boca arriba y la besaba apasionadamente.
Zorro soltó un gran suspiro. Estaba segura de que su compañera iba a necesitar
muchas noches como ésta. Zorro sonrió muy contenta. Cosas peores había en la
vida.Tiempo después...
Zorro y Kia entraron en el campamento de
invierno. Kia agitó la mano muy emocionada saludando a Miko y a su madre y
saltó del trineo antes de que éste se hubiera parado del todo. Zorro intentó
ignorar el miedo que tenía de que, tras llevar juntas un ciclo completo, Kia
todavía fuera a dejarla.
Lo hacían todo juntas, incluida la caza, y Zorro
no podía ni pensar en cómo sería la vida sin Kia. Sólo de pensarlo se ponía
mala. Se quedó mirando mientras su compañera, que había echado a correr muy
contenta hacia su madre y su prima, se detenía de golpe y se daba la vuelta.
Regresó a todo correr y cogió la cara de Zorro entre sus manos. Miró a Zorro a
los ojos con ferocidad, pues un ciclo de amar y ser amada por Zorro le había
dado una fuerza y una seguridad que nunca habría creído posibles.
—No te quedes mucho tiempo con padre. Te voy
a echar de menos.
Besó a Zorro dulcemente en la boca. El beso
quiso ser rápido, pero se prolongó y como siempre, Zorro sintió que se le
llenaba el vientre de deseo.
Kia terminó el beso y su aliento cálido se
mezcló en el aire un momento y luego se desvaneció mientras los ojos azules acariciaban
los verdes. Kia soltó la cara de Zorro y con una leve sonrisa, corrió hacia su
madre y su prima, erguida y moviéndose con la misma despreocupación que cuando
era niña.
Zorro sonrió al verlas abrazarse y bromear
unas con otras. Miko ofreció un gran fardo a Kia para que lo examinase. Observó
a Kia haciendo carantoñas al bebé y sintió algo de pena por no poder darle un
hijo a Kia.
—Bienvenida, Zorro, ha pasado bastante tiempo.
Zorro había estado tan ensimismada mirando a
su compañera que no había oído a Nube Blanca acercarse por detrás.
—Nube Blanca. —Zorro le ofreció la mano como
un cazador saludaba a otro cazador y se volvió para seguir mirando a Kia, Sunni
y Miko—. Me alegro de volver a verte.
—Parece feliz. —Nube Blanca observó a su hija
con cara de satisfacción—. Deberías llamarme padre, como Kia.
Zorro miró a Nube Blanca y volvió a mirar a
Kia.
—Sí, sí que parece feliz... padre. —Zorro no
pudo evitar sonreír ligeramente aunque quería parecer impasible. Estaba segura
de que la capucha le ocultaba la cara, pero no quería correr el riesgo, de modo
que borró la sonrisa de su cara.
—¿Y tú eres feliz? —Las palabras de Nube
Blanca sorprendieron tanto a
Zorro que se volvió para mirarlo con evidente
expresión de pasmo.
—Sí, soy muy feliz.
—Bien. Le prometí a la que llamabas abuela
que me ocuparía de ti cuando me habló de tu interés por mi Kia hace muchos
ciclos.
Zorro tomó aliento y apartó la mirada
avergonzada.
—Y... ¿Kia lo sabe?
—Se lo dije cuando vino a vernos y se quedó aquí
atrapada. Estaba convencida de que nunca volverías a aceptarla. Era lo único
que le daba esperanzas. —Nube Blanca miró a Zorro con una sonrisa en la cara.
Zorro se volvió rápidamente, con la cara sonrojada. Hacía mucho tiempo que
había confesado su amor por Kia, pero nunca le había hablado de su deseo de infancia
de unirse a ella. Nunca le había dicho que la había amado de lejos mucho antes
de haberle dirigido la palabra siquiera. Zorro sabía que lo que sentía ahora
por Kia era distinto de lo que había sentido entonces. Era real y más fuerte
que cualquier cosa que pudiera haber soñado de niña. Pero aún conservaba esos
deseos de infancia por su inocencia y porque la habían empujado a ganarse el
corazón de Kia, cosa que entonces sólo había tenido la esperanza de que fuera
posible.
Una vez más, una pequeña duda enfrió la
alegría de Zorro. Miró a Nube Blanca y luego de nuevo a Kia, que ahora sujetaba
al bebé en brazos y le hacía cariñitos.
—Nube Blanca. —Se volvió para mirarlo y se
encontró con su mirada severa—. Padre... tengo una pregunta.
Nube Blanca puso los ojos en blanco y siguió
mirando mientras otras mujeres del campamento de invierno salían para saludar a
Kia.
—Me dijeron que las chicas eran más fáciles.
No lo sé. Creo que las preguntas son mucho más difíciles de contestar. —Meneó
la cabeza al ver la expresión desconcertada de Zorro y dijo—: ¿Qué quieres
preguntar, Zorro?
—No puedo darle hijos a Kia. ¿Tú crees... tú
crees que será feliz conmigo?
—¿Es que Kia no te ha dicho lo que siente por
ti?
Zorro se sonrojó y apartó la mirada de Nube
Blanca.
—Sí, me lo dice todas las noches antes de
dormir y a veces más.
—¿Dudas de la veracidad de mi hija?
—¡Oh, no, Kia no miente! —dijo Zorro,
enfadada con Nube Blanca por insinuar siquiera semejante cosa.
Nube Blanca se rió por lo bajo.
—¿Entonces por qué te preocupas?
—Porque me gustaría darle un hijo. Creo que
sería una buena madre.
—Zorro, te voy a contar una cosa. Sunni y yo
no pudimos tener hijos. Mi padre dijo que debería tomar a otra mujer porque
estaba seguro de que Sunni no era una buena compañera para mí. Yo me negué y un
día, cuando había salido a cazar, me encontré un pequeño fardo con un bebé
dentro con los ojos como el cielo. Creo que encontrarla fue un regalo. Para
nosotros es más importante que si la hubiéramos tenido por nuestros propios
medios. Porque la deseamos tanto... es nuestra. ¿Lo comprendes?
Zorro asintió.
—Sí, padre, lo comprendo. —Zorro quería
seguir hablando, pero no pudo. Kia, Miko y Sunni se acercaban a ellos, riendo y
sonriendo muy contentas.
Nube Blanca observó a Zorro cuando ésta bajó
la máscara sin darse cuenta y el amor que sentía por su hija se hizo evidente.
La vida y el mundo cambiaban día a día. Aunque su padre nunca habría aprobado una
unión como la de Kia y Zorro, él la había visto como una señal de lo que
traería el futuro. Cada vez con más frecuencia, su gente estaba entrando en
contacto con los pekehas, pues todos cazaban y pescaban en la misma tierra. Su
padre habría dejado que Kia muriera. Él no lo había hecho y a cambio había
vivido muchos ciclos bajo la mirada cariñosa de una hija. Nube Blanca asintió
por dentro al ver a Kia acercarse a Zorro y besarla amorosamente en la mejilla.
Sí, estaba seguro de que algún día, si lo deseaban lo suficiente, ellas también
tendrían hijos.