Siempre buscaste refugio. ¿Recuerdas? Aquella
tarde por primera vez quisiste estrenar aquella falda rosa que te habías robado
de la colección de reliquias de tu madre, junto con el lápiz labial rojo que
afeminaría tu rostro. ¿Cuántos años tenías? ¿Doce o trece? Pero sabías que ya
era tiempo.
Era la hora de verte al espejo y apreciarte
como la mujer que eras, escarbando tus reflejos y pasiones que comenzabas a
encontrar. Ya al verte bella, con la boca pintada de un rojo sangre y aquel
vestido cruelmente exacto, comenzaste a llorar haciendo que el rímel
jocosamente mal puesto se derritiera sobre tu cara, proporcionándote una
especie de lágrimas negras que se aliaban con la gravedad, y fuiste pionera de
tu propio sentimiento haciéndote extraña y no entendida en tu propio mundo, en
tu propia familia, en tu propia historia.
-
¡David! - Asustándote, comenzaste a esconderlo todo.
-
Dime, papá.
-
¿Qué haces, hijo?
Sentías que sus pasos se acercaban a tu
dormitorio. ¿Miedo? ¿Vergüenza?
PARA NO DECEPCIONARLO, MENTISTE.
PARA NO DECEPCIONARLO, MENTISTE.
-
Estoy jugando a los
soldaditos.
Att:
La novia que nunca tuviste.
Ojalá y puedas escribir más seguido. Me encanta como escribes.
ResponderEliminar