La celebración duró toda la noche y hasta
bien entrada la mañana. Kia lo sabía porque había estado despierta casi todo el
tiempo. Le resultaba irreal que hubiera gente celebrando su unión y sin
embargo, ella no pudiera encontrar un motivo de regocijo en ello.
Había sido incapaz de pensar en algo que
decirle a Zorro mientras miraba a su compañera pelirroja colocar sus
pertenencias en su trineo. Los perros blancos de Zorro gimoteaban y tiraban de
las correas de cuero que los rodeaban como si percibieran el nerviosismo en el
aire. Ni siquiera pudo animarse a darle las gracias debidamente por no
empeñarse en una unión en toda regla, como era su derecho, y ahora debía
despedirse de su familia y partir con Zorro a un lugar desconocido. Pues nadie
sabía realmente dónde vivía Zorro. Siempre había aparecido en el campamento con
su abuela y luego sola para comerciar y participar en las cacerías. Kia aún oía
a algunos de los hombres protestando al principio ante la idea de permitir que
Zorro participara en las cacerías de caribúes. Sin embargo, Nube Blanca había
puesto fin a aquello inmediatamente señalando que ni Zorro ni su abuela tenían
a un hombre que cazara por ellas, por lo que era lógico que Zorro cazase si no
quería morir de hambre. Hubo cierto descontento, pero a Zorro no se le impidió
unirse a la cacería y no tardó en convertirse en la mejor cazadora de todos
ellos, por lo que nadie volvió a protestar que participara en las cacerías.
—¿Estás lista? —preguntó Zorro en voz baja,
sobresaltando a Kia, que había estado contemplando las negras montañas
coronadas de hielo.
—Sí —contestó secamente. Se sentía un poco
avergonzada de no haberle dicho más que cuatro palabras a Zorro desde que se
despertaron por la mañana, pero realmente no sabía qué decir. Había ocurrido
todo tan deprisa que no había tenido tiempo de pensar y mucho menos de hablar.
Kia se volvió hacia su madre y la estrechó ferozmente contra su pecho. Éste ya
no sería su hogar. Y en menos de un cuarto de ciclo, su familia y todo el
pueblo abandonarían el campamento de invierno para seguir al caribú. Zorro y su
abuela nunca se habían trasladado con ellos. Kia estaba segura de que Zorro no
iba a cambiar sólo porque ahora estaba unida.
Kia deseaba a menudo poder quedarse y no
tener que arrancar sus raíces con cada cambio de estación. Ahora lamentaba ese
deseo: esta vez no había cosa que deseara más que marcharse con su familia.
Kia se sentó en el trineo, con sus escasas
pertenencias atadas a la parte de delante junto con el abrigo de unión y otros
regalos que Nube Blanca le había hecho a Zorro. Kia se volvió para mirar a
Zorro, pero ésta tenía una expresión inescrutable. Antes de que pudiera
levantar la mano para saludar a su madre por última vez, Zorro se puso en
marcha, por lo que Kia tuvo que agarrarse a su cintura para evitar salir
despedida por la parte de atrás.
Sin que Kia lo supiera, Zorro estaba perdida
en sus propios pensamientos oscuros. Al salir de la tienda de la unión, Lobo
Negro la había acorralado.
—Así que te crees un hombre, ¿no?
—No soy un hombre.
—Así es y no eres una cazadora.
Zorro sonrió.
—Soy mejor cazadora de lo que lo serás tú en
toda tu vida —dijo con suficiencia, retando con la mirada a Lobo Negro para que
la desafiara.
Lobo Negro la miró con furia y luego en sus
ojos apareció un brillo malévolo.
—Te crees que has ganado, pero no es así.
¿Qué harás cuando no puedas darle hijos?
—A las dos nos abandonaron, ¡ya encontraremos
a quien cuidar! —dijo Zorro con más convicción de la que sentía. Nunca se le
había ocurrido que Kia pudiera querer hijos. De hecho, no se le habían ocurrido
muchas cosas, como, por ejemplo, que Kia nunca llegara a sentir por Zorro lo
que ésta deseaba que sintiera.
Zorro se quedó tan anonadada al pensarlo que
se apartó de Lobo Negro sin mirarlo siquiera. Lobo Negro, convencido de que la
había herido, entró a matar como un auténtico cazador, gritándole:
—No te preocupes. Cuando no puedas darle
placer, ¡volverá corriendo a mí!
Zorro apretó los labios al recordar las
palabras de Lobo Negro con la claridad que sólo poseen las palabras hirientes.
Estaba tan ensimismada que no advirtió el pequeño tiro de cuatro perros con
trineo que la seguía a cierta distancia.
Zorro aflojó las manos y dejó que los perros
corrieran hasta su refugio por su cuenta. Observando la zona que rodeaba su hogar
con su aguda vista, no vio nada fuera de lo normal y se concentró en descargar
las escasas pertenencias de Kia de la parte delantera del trineo. Zorro fue por
delante y Kia la siguió al interior de la casa de piedra.
El Pueblo vivía en tiendas construidas con la
piel del caribú. Se apilaba nieve a los lados para impedir que el aire frío se
llevara las tiendas. Que Zorro pudiera recordar, siempre había vivido en esta
casa de piedra con su abuela. Era la única razón por la que no se trasladaban
como el Pueblo.
Kia carraspeó cuando ya habían pasado varios
minutos sin hablar.
—¿Dónde voy a dormir? —preguntó nerviosa,
observando las paredes cubiertas de turba. Lo único que le resultaba familiar
de la vivienda era que, como en su tienda del campamento de invierno, el suelo
estaba cubierto de suaves pieles.
Zorro tenía varias mantas en los brazos y
miró a Kia sin comprender. Se dio cuenta por la expresión nerviosa de Kia de
que ésta no quería dormir con ella, de modo que se dio la vuelta y se limitó a
decir:
—Te lo enseñaré. —Zorro se esforzó por que no
se le notara la decepción en el tono, pero estaba segura de que había fracasado
miserablemente—. Ahí. —Señaló la plataforma de dormir que ahora era suya y
antes había pertenecido a su abuela. Era el doble de grande que la que estaba
al otro lado de la estancia. Las dos estaban a cada lado del fuego para recibir
calor.
Kia asintió satisfecha y se puso a mirar la
estancia con asombro. Ya había oído hablar de este tipo de vivienda, pero nunca
había visto una. Su pueblo nunca construía viviendas permanentes. La suya no
era una vida sedentaria. Vivían y se alimentaban de acuerdo con las idas y
venidas del caribú y rara vez se quedaban en el mismo sitio más de un cuarto de
ciclo.
—¿Esto... esto no se va a caer cuando llegue
la nieve?
—No, es fuerte. He vivido aquí toda la vida.
—¿Quién construyó este sitio? —preguntó Kia,
cuya curiosidad natural le hizo olvidar por el momento todas sus angustias.
Zorro estaba arrodillada junto al círculo del fuego, haciendo chocar dos trozos
de pedernal nuevo que le había dado Nube Blanca, por lo que tardó un momento en
contestar.
—Mi abuela y su amor.
—¿Su amor? —Kia se quedó sorprendida. Desde
que conocía a la abuela, sólo habían estado Zorro y ella y nadie más y tampoco
había oído hablar de un compañero cuando los hombres hablaban de ellas
alrededor del fuego.
—¿Y qué fue de él?
—Ella.
—¿Ella?
—Sí, creo que era una mujer.
—¿No lo sabes?
—No, no lo sé. La abuela no hablaba de ella.
Y no sé qué fue de ella.
Kia observó mientras Zorro se quitaba parte
de la ropa, pues la estancia se había caldeado. Se acercó a un estante y cogió
unas cuantas especias.
—Voy a comprobar mis trampas. Nadie viene
nunca por aquí, así que estarás a salvo.
Kia asintió, contenta de tener un rato para
estar sola y examinar este extraño sitio que iba a ser su nuevo hogar. Zorro se
marchó en silencio y Kia soltó un suspiro de alivio y la tensión que sentía en
presencia de Zorro fue desapareciendo al asimilar lo que la rodeaba sin esos
penetrantes ojos verdes observando todos sus movimientos.
Se sentó en la plataforma de dormir hecha de
piedra y miró a su alrededor. Aparte del alegre fuego que ardía en el círculo
central, no había ningún adorno. Ni pieles de colores, ni mantas, ni cerámica,
nada que revelara el tipo de persona que vivía allí. A lo largo de una pared
había un estante hecho con el mismo tipo de piedra del que estaba hecha la
casa, con numerosos tarros llenos de algo que parecían especias. Justo enfrente
de Kia había una pequeña plataforma de dormir que suponía que era de Zorro. En un
rincón había una pequeña muñeca tallada en lo que parecía ser un colmillo de morsa. Kia la cogió y la examinó,
con una pequeña sonrisa en la cara. Había visto muñecas así en su propia aldea,
pero le sorprendió ver una en posesión de Zorro. Kia dio la vuelta a la muñeca
con cuidado y se le borró la sonrisa al ver que alguien se había tomado la
molestia de ponerle pelo rojo como el de Zorro. Probablemente mediante las
mismas bayas con que Zorro le había manchado el cuerpo para simular el mismo
color. Kia se alegró de que alguien hubiera querido tanto a Zorro como para hacerle
un juguete así. Ella misma siempre había tenido muñecas como las de las demás
niñas. Ningún adulto se había molestado nunca en ponerles ojos o una cara como los
suyos. Kia dejó la muñeca en su sitio y continuó su inspección.
El tintineo de algo metálico llamó la atención
de Kia. Escuchó por si volvía a oírlo y, efectivamente, se repitió de nuevo,
esta vez más cerca que antes. Kia se acercó a la puerta y con cuidado echó a un
lado la gruesa piel colgada allí para mirar fuera. El trineo y el tiro de perros
le resultaban conocidos, pero era evidente que no eran los característicos
perros blancos de ojos azules de Zorro. La aprensión de Kia fue en aumento a
medida que se acercaba el trineo. Zorro había dicho que nadie salvo Nube Blanca
sabía dónde vivía, pero ahora se acercaba un desconocido y, por la trayectoria
de los perros, se dirigían a propósito hacia la casa de Zorro. Kia se preguntó difusamente
si debía esconderse. Había oído historias horribles sobre lo que les hacían los
pekehas a las mujeres del Pueblo si las encontraban solas. La propia Kia nunca
había visto a uno y esperaba no verlo jamás. Una orden áspera y brusca le
reveló a Kia al instante quién se acercaba y aunque su cuerpo se relajó
ligeramente, en su cara se formó un ceño preocupado.
¿Por qué venía Lobo Negro hasta aquí? Zorro y
él no habían hecho más que mirarse con rabia cada vez que entraban en contacto,
después del incidente durante la caza de la ballena.
Lobo Negro detuvo a sus perros justo delante
de la casa, sin molestarse en ponerlos a refugio. Se bajó de los esquíes de su
trineo y se acercó a la casa, con cara de determinación. Kia esperó a que Lobo
Negro estuviera más cerca antes de preguntar preocupada:
—¿Ocurre algo, Lobo Negro? ¿Por qué has
venido?
Lobo Negro se detuvo delante de Kia y dijo
cortésmente:
—Deseo hablar contigo, Kia.
Kia asintió y se apartó de la puerta. Lobo
Negro entró en la casa de piedra y miró a su alrededor como si esperara que el
techo se fuera a hundir, como había hecho Kia.
—¿Por qué has venido, Lobo Negro? Si Zorro te
encuentra aquí, no te va a dar la bienvenida.
Lobo Negro se volvió furioso hacia Kia,
olvidando por el momento su asombro ante la casa de piedra. Como Kia, nunca
había visto un hogar permanente. Todo el Pueblo e incluso otras tribus con las
que entraban en contacto vivían en tiendas o en iglués construídos casi
enteramente de nieve. Los asentamientos se podían desmontar y trasladar enteros
en cuestión de días. Era su forma de vida. Esta vivienda y sus dos viviendas
más pequeñas estaban construídas para soportar las fuertes nevadas del
invierno, así como para mantener el aire fresco en el verano. Siempre se había
preguntado cómo sobrevivían Zorro y su abuela en un solo lugar.
—Me da igual que no me dé la bienvenida. ¡He
venido para hablar contigo! —gruñó Lobo Negro con rabia antes de poder
controlarse. Suavizó el tono y continuó—: No he venido para hablar con esa...
con Zorro. He venido para hablar contigo.
—¿Conmigo? ¿Por qué? —Kia frunció el ceño de
nuevo. Lobo Negro y ella rara vez se hablaban, ni siquiera para saludarse. Él
se había burlado de ella sin piedad cuando eran pequeños, pero aparte de eso,
no había habido ofrecimientos de amistad por parte de ninguno de los dos.
—Kia, he venido para llevarte de vuelta al
campamento de invierno.
—¿Le pasa algo a mi madre? —preguntó Kia,
buscando frenética su abrigo.
—No, está bien, todos están bien.
Kia se detuvo y miró interrogante a Lobo
Negro.
—¿Entonces por qué estás aquí? ¿Por qué tengo
que volver?
—Estoy aquí porque no te corresponde estar
con esa... con esa... pekeha. Yo soy con quien te tienes que unir. Esto, —agitó
la mano con desdén—, no es el lugar que te corresponde, tu sitio está con el
Pueblo como madre de mis hijos. —Al decir esto, Lobo Negro se irguió cuan alto
era. En su mente no cabía duda de que Kia le agradecería que la rescatara.
Kia se quedó boquiabierta al oír las palabras
de Lobo Negro.
—Lobo Negro, estoy unida. Lo que dices haría
que mi padre nos desterrara a los dos del Pueblo. Estoy unida a Zorro —declaró
Kia, pasmada al ver que Lobo Negro se atrevía a desafiar la ley.
—No puedes estar unida a ella. Es una mujer.
¿Cómo puede darte lo que te puedo dar yo?
—No puede —contestó Kia con sinceridad. Al
mirar a Lobo Negro moviéndose por el hogar de Zorro con desprecio, se preguntó
si en realidad había querido alguna vez lo que le ofrecía. Estaba a punto de
decir, "Y tampoco lo desea", cuando Lobo Negro la interrumpió.
—¡Entonces estás de acuerdo conmigo! —dijo
Lobo Negro con satisfacción y una sonrisa de triunfo en la cara—. Coge tus
cosas, vamos a ver a tu padre. Le explicaremos que así no es como deberían ser
las cosas. No puedes quedarte con alguien que no te da placer ni hijos. Ella no
te puede dar ninguna de las dos cosas. —Dio la espalda a Kia y se acercó a la plataforma
de dormir más pequeña, donde cogió la pequeña muñeca que la abuela de Zorro
había hecho para ella y con una carcajada despreciativa la volvió a tirar sobre
la piedra, sin molestarse en ponerla de nuevo donde la había encontrado. Lobo
Negro ya se había puesto a pensar en lo que le diría al tonto del padre de Kia.
Estaba seguro de que podría convencerlo para que viera las cosas como él. Lobo
Negro ni se molestó en volverse para mirar a Kia. Estaba convencido de que
simplemente seguiría sus órdenes.
—¿Lobo Negro? —dijo Kia, en un tono que hasta
a ella le sonó apocado. Lobo Negro se volvió y al ver que Kia no se había
movido, empezó a poner mala cara. Tendría que enseñarle que cuando él decía que
hiciera algo, esperaba que lo hiciera deprisa. Ya tendría tiempo para eso
después de la unión—. Quiero que te vayas de mi casa.
Lobo Negro se quedó rígido y se le oscureció
la piel de rabia al asimilar las palabras de Kia.
—¿Tu casa? Ésta no es tu casa, es la casa de
esa... de ese demonio blanco.
Kia sintió que se le llenaba el pecho de
rabia y miró a Lobo Negro con dureza. Aunque tenía miedo de Zorro, sabía lo
hirientes que podían ser las palabras de Lobo Negro y no deseaba que Zorro se
sintiera como se había sentido ella hacía tantos ciclos.
—¡No es un demonio! Es como yo y es mi
compañera. Aquí ya no eres bien recibido. Por favor, vete.
—Kia... —Lobo Negro se puso pálido al ver la
expresión resuelta de Kia. Luego se sonrojó al darse cuenta de que la había
perdido.
En realidad, nunca había sido suya, pero esto
le daba aún más motivos para odiar a la que llamaban Zorro.
—Kia, ven conmigo. —Lobo Negro alargó furioso
la mano para agarrar a Kia del brazo. Kia se apartó bruscamente, ante lo cual
Lobo Negro se la quedó mirando sin dar crédito.
Kia se irguió ante él cuan alta era. Con la
rabia, no se molestó en encorvar los hombros. Apretó los labios.
—Por favor, vete y no vuelvas. He dejado
claros mis deseos. Estoy unida.
—Si no vienes conmigo ahora, tomaré a Miko
como compañera. Tendrás que quedarte aquí con esa pekeha.
A Kia le dieron muchas ganas de decirle a
Lobo Negro que prefería quedarse aquí con Zorro antes que unirse a él, pero no
dijo nada, simplemente se acercó a la puerta y apartó la piel, diciéndole con
los ojos lo que no expresaba con la boca.
Lobo Negro fue a la puerta sin mirar a Kia.
Anonadado por su propio fracaso a la hora de apartar a Kia de una mujer, dijo:
—Me casaré con Miko esta noche. Si vienes a
mí antes de entonces, me uniré a ti en cambio. —Cruzó la puerta sin imaginarse
siquiera el grado de odio y asco que sus últimas palabras habían provocado en
Kia. Hubo un tiempo en que aceptaba que algún día acabaría unida a Lobo Negro.
Ahora se daba cuenta de que unirse a él habría sido el peor error que podría
haber cometido. Kia dejó caer la pesada piel en su sitio delante de la puerta y
se volvió hacia el fuego. Tenía que agradecerle a Zorro el haberla salvado de
ese error.
Me gusta mucho esta historia, se ve muy interesante y ya wue desde mi.movil no se puede comentar en TR te escribi aqui, espero la conti pronto
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