Un copo de nieve bajó volando del cielo y se
posó delicadamente en el extremo de unas pestañas de color claro. Cambiando
rápidamente de sólido a líquido, se movió en forma de gota de agua solitaria
por la pestaña y se metió en un ojo abierto. Zorro no parpadeó: estaba
paralizada mirando el trineo de Lobo Negro que bajaba por el otro lado de la
colina hasta desaparecer de su vista. Zorro se quitó la capucha de la cabeza
como si eso la fuera a ayudar a verlo mejor. Sus ojos se clavaron sin parpadear
en el punto donde lo había visto por última vez. Una rabia tan ardiente como el
pelo que ahora se agitaba alrededor de su cara pálida subió por su cuerpo hasta
que su puño abrasador se aposentó satisfecho en su corazón. Pensó en ir tras
él, pero le costaría alcanzarlo antes de que llegara al campamento de invierno.
Danka, el perro guía de Zorro, se volvió para
mirar a la mujer inmóvil que tenía detrás y gimoteó un poco pidiendo sus órdenes.
Zorro lo miró en silencio y con un suave silbido, empezaron a moverse despacio
hacia casa. Zorro soltó a los perros de los arneses más despacio que de
costumbre. Ni siquiera cuando Lobo Negro le lanzó el arpón se había sentido tan
furiosa como ahora.
Kia volvió a colocar cuidadosamente la pequeña
muñeca en la esquina de la plataforma y se puso a explorar el resto de la
vivienda. Para ella fue algo natural empezar a limpiar y a colocar sus pieles
de dormir y estaba tan contenta canturreando por lo bajo cuando oyó el crujido
de las raquetas de Zorro que se acercaba a la puerta. Zorro entró en su hogar y
tuvo que parpadear dos veces para darse cuenta de que efectivamente no se había
equivocado de casa.
—Te has instalado, bien —dijo Zorro
tensamente al advertir que Kia parecía contenta y que ya no caminaba con los
hombros encorvados como en las muchas otras ocasiones en que Zorro la había
observado.
—He pensado que si colocaba mis cosas, no
echaría tanto de menos mi casa.
Zorro asintió, se sentó en la pequeña piedra
que había al otro lado del fuego y empezó a quitarse las botas. Kia la miró
como hipnotizada y por fin se lanzó hacia delante para ayudarla.
—Deja que te ayude. —Agarró la bota de Zorro
y se puso a tirar.
Zorro pegó un respingo y le apartó las manos
como si hubiera hecho algo malo.
—Me puedo quitar las botas yo sola —gruñó.
Kia se echó hacia atrás como si Zorro le
hubiera pegado y retrocedió confusa. Su madre siempre había ayudado a su padre
a quitarse las botas cuando llegaba a casa. Era la costumbre.
Zorro se quitó las botas y se quedó mirando
la tela que le mantenía los pies calientes e impedía que las botas le hicieran
rozaduras al caminar.
—Yo no soy un hombre. No deseo que se me
trate como tal. —Zorro se levantó y se puso a preparar la carne para el fuego.
Kia observó atónita mientras Zorro preparaba la comida con mano experta.
Por fin, Zorro miró a Kia, que observaba en
silencio.
—¿Tienes hambre?
—Sí. —Kia había decidido que sólo hablaría
cuando se le dirigiera la palabra y que haría lo que se le ordenara hasta que
pudiera comprender mejor a esta persona tan extraña. Se quedaron sentadas así
largo rato, ninguna de las dos dispuesta a hablar. Kia se conformaba con su
reciente libertad y Zorro bullía como el conejo que se estaba cocinando en el
fuego.
Con la rabia, empezaba a creer que Kia había
permitido a Lobo Negro unirse a ella. No se le había ocurrido pensar que Kia pudiera
hacer una cosa así. Por eso había estado dispuesta a esperar para unirse a
ella, conformándose con el hecho de que su unión ya había sido bendecida.
Zorro se acercó al estante y cogió un cuchillo
y dos cuencos de piedra. Cortó dos grandes piezas de carne del conejo que se
asaba al fuego y le entregó la más grande a Kia. Las dos comieron en silencio
pero con hambre.
—No quería ser tan brusca contigo —dijo Zorro
al cabo de unos cuantos bocados.
Kia apartó los ojos de la suculenta carne y
se encontró con la firme mirada verde de Zorro.
—Lo comprendo. —En realidad no lo comprendía.
Zorro la había regañado por hacer algo que era su deber. ¿Por qué otras cosas
iba a ser reprendida?
Zorro asintió y volvió a concentrarse en su
cuenco. Tomó dos bocados más y luego empezó a comer más despacio y se quedó
mirando el cuenco sin ver. Se preguntó si Kia le hablaría de la visita de Lobo
Negro. No sabía cómo sacar el tema, de modo que se quedó en silencio hirviendo
de rabia.
Kia observó en silencio mientras Zorro sacaba
varias trampas de su zurrón hecho de piel de caribú y se ponía a comprobarlas
con seriedad. Durante horas, Kia se quedó mirando a Zorro mientras ésta
trabajaba en las trampas hasta que todas estuvieron limpias. Las volvió a meter
con cuidado en el zurrón. Kia pensó por un momento en contarle a Zorro lo de la
visita de Lobo Negro, pero decidió que eso no le haría ningún bien a nadie.
Cuando Zorro se dio cuenta de que Kia no le
iba a hablar de la visita de Lobo Negro, sus peores temores se vieron
confirmados.
—Es hora de dormir —dijo con tal brusquedad
que Kia se sobresaltó y estuvo a punto de dejar caer la piel que había estado
cosiendo. Se levantó rápidamente y se desnudó, con cuidado de no mirar a Zorro
mientras lo hacía. Kia se acostó rápidamente y volvió la cara hacia la pared
cuando Zorro empezó a desnudarse.
Apartando las pieles que estaban enrolladas y
colocadas pulcramente bajo la plataforma de dormir, la furia de Zorro se calmó
un poco al advertir que Kia había extendido hierbas blandas debajo para que la
superficie no fuera tan dura al echarse.
Zorro se acostó e intentó cerrar los ojos con
fuerza para ahuyentar los pensamientos que se negaban a dejarla dormir. Los
recuerdos de Lobo Negro marchándose apresuradamente de su casa hacían que Zorro
se estremeciera de rabia. Los recuerdos de la piel de Kia debajo de ella y el
sabor de las bayas en sus labios llevaron a Zorro a aferrar con ira sus pieles
de dormir. Por fin, como el puñal en el corazón que pretendían ser, las
palabras de Lobo Negro atravesaron el corazón de Zorro, que se incorporó en la
cama casi sin aliento. Miró al otro lado del fuego el lugar donde estaba echada
Kia.
No iba a permitir que esto siguiera adelante.
Kia era su compañera: era deber de las dos consolarse mutuamente. Zorro fue a
la plataforma de dormir donde estaba acurrucada Kia y alargó la mano para
apartar las pieles. Sólo quería dormir a su lado. Esperaría a que saliera el
sol para hablar de Lobo Negro.
—¿Qué haces? —preguntó Kia en voz alta,
incorporándose. Al instante, Zorro empezó a arder de rabia y vergüenza. ¿Cómo
se atrevía? No iba a consentir que le hiciera sentirse como una extraña en su
propio hogar.
—Eres mi compañera.
—Lo sé.
—Entonces debes yacer conmigo.
—Sé cuáles son mis deberes, pero... —Kia
estaba confusa. Se había resignado a la idea de que tendría que cumplir con sus
deberes, pero como Zorro no había insistido, había supuesto que le iba a
permitir tomarse su tiempo para acostumbrarse a la idea. Con el estómago
atenazado, vio que Zorro se apartaba.
Zorro buscó desesperada su abrigo de unión y
por fin vio la piel blanca embutida debajo de su plataforma de dormir como si
fuera algo sin importancia. Por alguna razón, esto también contribuyó a que su
rabia ardiera con fuerza. Sacó el abrigo y se lo puso y luego volvió a la
plataforma de dormir más grande donde Kia estaba sentada mirando temerosa, sujetándose
las pieles sobre el pecho como para protegerse.
—¿Me vas a rechazar, Kia?
Kia tragó con dificultad. ¿Podía rechazar a
Zorro? Hacerlo sin duda haría que la devolviera al campamento de invierno. Y
eso supondría la vergüenza para Nube Blanca y Sunni. Por mucho miedo que
tuviera, Kia no estaba dispuesta a hacer eso.
—No, no te... no te rechazo, Zorro —dijo en
voz tan baja que temió tener que repetirlo para que la oyera.
—Pues échate —dijo Zorro, con tono grave y
tenso.
Kia hizo lo que se le ordenaba. Zorro se
abrió el abrigo para que Kia pudiera verlo todo, incluido el vello rojo que le
cubría el sexo delicadamente.
Kia recordó lo que le había dicho Sunni. “Una
mujer debe someterse a las necesidades de su compañero. Es su deber, pero eso
no quiere decir que le tengan que gustar. No es bueno parecer bien dispuesta la
primera vez; si no, tu compañero podría considerarte una mujer fácil”. Kia
tenía miedo: no sabía por qué de repente Zorro estaba tan enfadada con ella,
pero lo peor de todo era que no sabía qué se esperaba de ella. Kia aferró las
pieles que tenía debajo del cuerpo y apartó la cara para no ver a Zorro. Sunni
le había dicho muchas cosas. Pero Zorro era diferente, no era un hombre.
Kia se sobresaltó al sentir unas manos
cálidas que le tocaban el hombro. Su primer impulso fue apartar esas manos,
pero se contuvo.
—Kia, no tengas miedo. —La voz de Zorro
parecía nerviosa al decir su nombre, pero Kia se negó a mirarla.
Zorro había querido decirle lo que sentía.
Lamentaba haber sido tan brusca, pero ahora sentía que la rabia le ardía en el
pecho y tuvo que parpadear varias veces. Sabía que Kia no había deseado sus
atenciones, que incluso le había rogado a su padre que no la obligara a casarse
con Zorro. Ésta había actuado como si simplemente siguiera la tradición, pero
deseaba a Kia con una pasión tal que no tenía palabras para expresarla. Aunque
sólo la había visto unas pocas veces, pensaba en ella casi todas las noches
antes de dormir.
Zorro se echó encima del cuerpo de Kia, con
el cuerpo tembloroso al entrar en contacto con Kia de una forma tan absoluta.
Las palabras de Lobo Negro ardían en su mente: "No te preocupes. Cuando
no puedas darle placer, volverá corriendo a mí".
—Kia, por favor, ¿quieres mirarme?
Pero Kia no quería mirar a Zorro por temor a
estallar en lágrimas. Le temblaba el cuerpo de miedo y nervios, sintiendo el
cuerpo más pequeño que la cubría, tocándola en sitios que sólo las personas
unidas tenían derecho a tocar.
Te daré placer, Kia. No te voy a dar motivos
para que me dejes, pensó Zorro, mirando el pelo oscuro de
su compañera. Le voy a decir ahora que la amo y entonces lo entenderá.
El abrigo las tapaba a las dos por completo,
no debería haber tenido frío, pero lo tenía.
—Kia, mírame, por favor.
—No, no puedo. —Kia se sentía toda confusa.
Sin duda le faltaba cierta información que explicara por qué sentía tantas emociones
en guerra unas con otras.
—Por favor, Kia.
Kia se limitó a hacer un gesto negativo con
la cabeza, negándose incluso a dar una respuesta en voz alta. Zorro se sintió
como si acabara de caer al agua durante una cacería de la ballena. Se le quedó
el cuerpo paralizado al darse cuenta de que lo que le había dicho Lobo Negro
era cierto. Kia quería ser la compañera de él y seguro que le había permitido gozar
con ella. Rechazaba a Zorro porque pensaba que ésta la devolvería a sus padres
si descubría que ya había sido probada.
—No te voy a devolver, Kia. No pienso
hacerlo. —Dicho esto, Zorro cerró los ojos y bajó la cabeza. Con sus piernas
más cortas y fuertes, separó los muslos de Kia y empezó a moverse sobre ella.
Kia se encogió al notar la humedad en su muslo, pero aparte de eso, no hizo el
menor gesto para impedir lo que estaba pasando. Como le había dicho su madre,
se quedó lo más quieta posible, esperando que acabara pronto.
A Zorro se le escapó un gemido de la garganta
al moverse sobre las largas extremidades de Kia. Recordando lo que había
aprendido en aquella embarazosa estación en que le confesó a su abuela por
primera vez sus sentimientos por Kia, se movió más despacio y empezó a frotar
el pecho de Kia. Ésta pegó un respingo debajo de ella, por lo que Zorro siguió
adelante. Tragó acaloradamente y luego aplicó la boca al pecho de Kia. Ésta
empezó a debatirse débilmente, pero Zorro se aferró a ella, rodeándola con sus
fuertes piernas, y siguió chupando. Bajó rápidamente la mano por el cuerpo de
Kia hasta alcanzar el triángulo del sexo que sólo había visto cuando Kia creía
que estaba dormida. El tiempo pareció detenerse cuando la mano de Zorro cubrió
el oscuro triángulo del sexo y sus dedos se hundieron en la humedad que
encontró allí como un manantial caliente. De la garganta de Zorro brotó un
gemido que sobresaltó a Kia por su tono primitivo.
Kia cerró los ojos con fuerza, se puso rígida
y se quedó lo más quieta posible.
—Por favor, Kia —susurró Zorro entrecortadamente.
Quería que Kia se entregara a ella, que aceptara lo que le ofrecía, que no le
hiciera sentirse como si se lo estuviera arrebatando a la fuerza.
Sus movimientos sobre el cuerpo alto y
delgado empezaban a ser espasmódicos y aunque Kia estaba cada vez más excitada,
todavía no se había movido y seguía sin mirar a Zorro. No sabía qué era lo que
se esperaba de ella, de modo que estaba ahí echada sintiendo una oleada de
emoción que no era capaz de describir.
"No debes sentir placer antes de que lo
sienta ella, pues eso sería egoísta y pensará que no la amas".
Zorro oyó el recordatorio de su abuela y casi al instante redujo la intensidad
de sus movimientos.
Kia se mordió el labio y contuvo la respiración.
Se preguntó si ya se había acabado. Los movimientos de Zorro eran más lentos.
Kia notó la primera contracción de un calambre en la pierna por haberse
mantenido tan inmóvil. Trató de no hacer caso, pero siguió trepándole por la
pierna como un terco tejón. Se le dobló la pierna y sin darse cuenta, al
cambiar de postura, se apretó con más fuerza contra Zorro, que seguía
moviéndose despacio encima de ella.
—Oh... no —gimió Zorro al oído de Kia y al
instante se puso a temblar. Kia no sabía si apartarse de ella o quedarse quieta
como se le había dicho—. ¡Kia! —gimió Zorro al apretarse contra la suavidad que
tenía debajo y tras sus párpados estallaron chispas de luz al tiempo que el
calor inundaba sus partes inferiores. Notó que su cuerpo se contraía sobre Kia
y cada contracción parecía más placentera que la anterior.
Zorro alzó la cabeza para mirar a Kia, con
una decepción tan grande que tenía ganas de llorar, cosa que no había hecho
desde la muerte de su abuela. Kia se volvió por fin y miró a la mujer que yacía
encima de ella y sólo vio pesar y tristeza. De modo que cerró su corazón y su
mente ante Zorro y apartó la cabeza y de esa forma, sin saberlo, le hizo más
daño del que podría haberle hecho un arpón de púas.
Zorro se apartó con dificultad de la plataforma
de dormir y se puso de pie. Cerrando el abrigo alrededor de su cuerpo, se quedó
mirando a la mujer que era su compañera y sintió rabia, esta vez por su propia
incapacidad.
—No volveré a tocarte —juró rabiosa. Fue
hasta el fuego y metió dos paños en el agua caliente. De espaldas a Kia, se limpió,
casi llorando al sentir las contracciones que todavía le recorrían el cuerpo,
como para recordarle que no se le iba a permitir olvidar el placer.
Se acercó a Kia, que se había tapado con una
piel pero seguía echada con la cabeza vuelta para no mirar a Zorro. Ésta le
dejó el paño mojado en el pecho, lo cual hizo que levantara la vista con ojos
llorosos y asustados.
—Lávate —le ordenó antes de ir al otro lado
de la estancia y, dando la espalda a Kia, se tumbó y fingió quedarse dormida.
No tenía fuerzas para quitarse el abrigo. Estaba tan segura de que no tenía la
menor posibilidad de obtener el amor de Kia que lo único que deseaba era cerrar
los ojos y dormir, con la esperanza de que la espantosa soledad que sentía por
lo que había hecho fuera desapareciendo.
Kia se quedó petrificada un momento y luego
cogió el paño y se limpió como se le había ordenado. A la luz vacilante, apenas
veía el abrigo que todavía llevaba puesto Zorro.
Zorro hundió la nariz en el abrigo que
llevaba, aspirando profundamente, e hizo una mueca por el placer doloroso que
la atravesó cuando el olor de Kia le acarició la nariz y le alborotó los
sentidos. Oh, abuela, no me quiere, no me quiere... Esto fue lo último
que pensó antes de sumirse en una duermevela abatida.
Kia dejó que le resbalaran grandes lágrimas por las
mejillas mientras se quitaba del cuerpo los restos de la necesidad de Zorro.
Había intentado quedarse lo más quieta posible y creía que Zorro estaba
disfrutando, pero por la reacción de Zorro, ahora pensaba que se había
equivocado. Se hizo un ovillo y se quedó mirando la pared sin ver. En su mente
no había duda de que Zorro la devolvería al campamento de invierno al día
siguiente por no darle placer. Kia lloró hasta quedarse dormida. Sus sueños se
llenaron de imágenes de Zorro gozando con otras mujeres del Pueblo mientras Kia
miraba sin poder impedirlo.
Debo admitir que espero cada publicación casi desesperada mente. Tus escritos se están convirtiendo en mi nueva adicción. Hasta pronto...
ResponderEliminarQue cortoooooo estuvo, espero la conti pronto, muy buen capi
ResponderEliminarMe encanta el detalle con el q relatas la historia, fastastica, te hace querer leeer y leer y leer
ResponderEliminarMe encanta la historia y e de confesar que el nombre no me llamaba la atención pero uff desde el primer capitulo espero con ancias las continuaciones
ResponderEliminarespero se hagan mas largos los sig cap